Por Frank D. Frías
Rondón
Durante el mes de
agosto se presentaron en el cine Charles Chaplin todas las películas de Marilyn
Monroe, a partir del cincuentenario de su muerte. La muestra estuvo acompañada
por dos documentales extranjeros y uno nacional, más una conferencia sobre la
actriz. Si bien cada título en la cartelera fue privilegiado con un breve
comentario de Tony Mazón Robau, esta es una buena oportunidad para echarle un
vistazo al microcosmos cargado de supernovas que rodea a la muchacha nacida en
Los Ángeles, California, en el año 1926.
A simple vista no
parece, según el currículum, haber logrado lo suficiente para ser inmortal, o
como dijo Tony Curtis: La mujer más reconocible del mundo. Sin embargo, lo es.
Los factores fundamentales son, en primer lugar, la Marilyn que es aún hoy un
producto. La rubia que, como bien dice Antonio Mazón, en sus primeros papeles
(desde Love Happy, de David Miller),
fue contratada con frecuencia para el rol de secretaria. La rubia tonta y
seductora; una fantasía de moda por aquellos años cincuenta, un cliché que
hasta hoy se mantiene en telenovelas y películas sin pegada donde la amante del
jefe es su secretaria.