jueves, 10 de noviembre de 2011

El impredecible futuro del sol que nacía

El impredecible futuro del sol que nacía

Por Frank D. Frías
Al parecer, para olvidar un clima gris y siglos de costumbres estrictas, la vieja Capital del Este (Tokio), se ha entregado por completo al insomnio. Caminar por sus calles de madrugada es como hacerlo a las tres de la tarde, dejando poco espacio a la intimidad una ciudad atestada de gente y alcohol. Cuando viajas en el metro, lo mismo si lo abordas en la estación de Tokio, o en las de Yuracucho, Otemashi, Nijubashimae o Hibiya, lo encuentras incómodo por la enorme cantidad de viajeros, al punto de no poder moverte diez centímetros. Por otro lado, el ambiente en los vagones es pura cerveza, vino o líquidos más duros. Pero, al menos para mí, las imperfecciones quedarían saldadas con la belleza del Maru No Uchi (Centro de Negocios), o del A sakusa – Shitamachi (zona antigua y de templos de arquitectura excepcional) o, como no mencionarlo, el parque Ueno (con todos esos cerezos que lo hacen tan famoso, con el grupo de museos que lo rodea y el mercado de Ameyoko, una de las plazas fieles a la tradición culinaria del país), si la nueva generación no se diera tanto al culto de la imitación.
 
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