Por Frank D. Frías

Llegó el verano y los hombres casados de Manhattan mandaron a las esposas de vacaciones a otras partes del país o del mundo. Es tiempo de juerga y de infidelidad. Richard Sherman (Tom Ewell) no es la excepción y luego de despedir a su esposa y su hijo está ansioso por contraer la fiebre general pero hay un pequeño problema, le ha prometido a su mujer seguir las órdenes del doctor: No bebida. No tabaco. Al final no le parece una tarea difícil y comienza por estudiar un sistema para mantenerse firme hasta que termine el verano pero, una maceta cae sobre la tumbona donde segundos antes leía un libro y al gritar al vecino del piso superior, descubre que la culpable es una super rubia (Marilyn) que acaba de mudarse al edificio y le pide disculpas con la vocecilla de la que hablé líneas arriba.
Elegante en su actuación, la Monroe hace el papel de una modelo de revistas. Sociable, inocente, desprejuiciada. Viene a ser una bomba emocionalmente perfecta para Sherman, quien es en lo físico un anti galán, y en lo psíquico un mentiroso inofensivo, un ladra pero no muerde que se la pasa inventando historias a su esposa sobre mujeres que lo desean, cuando en realidad ella lo ama por todas las que no pudo tener.
Farsa de altos quilates que demuestra que el humor excepcional parte de situaciones absurdas pero sutiles, dando la impresión que se está ante la vida misma, y no de escenas llenas de bufones que deforman de manera exagerada la realidad en un intento desesperado de arrancarle una sonrisa al espectador. Guión excelente (de Billy Wilder y George Axelrod, Billy Wilder en su triple papel de director, productor y guionista) donde cada línea está involucrada a la trama y a la psicología de los personajes. Monólogos casi a la altura (aunque en contextos diferentes) de los que el Fiodor puso en boca de Raskolnikov en Crimen y Castigo. Magistral actuación de Tom Ewell. Inolvidable, en fin: si no ha visto esta película y tiene la oportunidad de hacerlo, hágalo. Por último, cabe señalar que esta es la cinta donde se da la famosa escena en que unos ventiladores subterráneos levantan el vestido de Marilyn mientras camina por la ciudad. Una de las tonterías que ha empaquetado a esta mujer en un ícono sexual (y lo es); pero reitero, no es eso lo que fascina de ella todo el tiempo. Por esos misterios de la vida, podía actuar como la peor y de pronto aparecer bien seria en La comezón del séptimo año, como podía cantar a la par de una amateur y de pronto dejarnos el famoso Happy Birthday.
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