jueves, 7 de agosto de 2014

El camino equivocado



Por Frank David Frías
  

Molina’s Ferozz es una producción de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, y otras productoras supongo independientes. Cabe señalar en esta película algunos puntos que afectan, en mi opinión, a nuestra filmografía desde hace varios años. Barbaridades ajenas a pocos filmes cubanos. En primer lugar las malas actuaciones, a veces por falta absoluta de talento, y a veces por la ausencia de un guión interpretable, como los de nuestras telenovelas o nuestras series llamadas Aventuras. Ni un maestro del desdoble arregla lo que suele venir con frecuencia tan maltratado en un papel. El cine se hace con recursos, bien; pero un buen guión solo necesita el talento del escritor, hojas y un bolígrafo, ni siquiera un ordenador. En segundo lugar los desnudos innecesarios. Si bien es una película que usa las aberraciones sexuales como motor impulsor en el desarrollo de un conflicto o varios conflictos que irán agudizando la trama, hay tetas de más en la cesta, demasiada azúcar en el flan. Lo peor, risible incluso para mí, son las escenas con estúpidas maneras de seducción, poco naturales, típicas de la industria porno (la mujer que se le insinúa al tipo mostrando una parte de su cuerpo como si fuera una malanga que vende y el hombre le va encima).
Un erotismo que no deja de ser ridículo a pesar de ir ligado a una serie de inconvenientes, quizá ideales para la deformación del espíritu. “El imperio de los sentidos”, clásico japonés del cine erótico, es un excelente ejemplo de cómo, insisto a partir del guión, llevar lo extraordinario por el imprescindible camino en el arte, de la verosimilitud. En tercer lugar, no hay música. No sé por qué hay quienes piensan que esto aporta un mayor sentido de la realidad a una historia cinematográfica. Si el cine no fuese un guión que depende de un amplio soporte técnico, en el que la música siempre (desde 1920, donde el cine mudo se acompañaba de un piano, un órgano, o incluso una orquesta) ha jugado un amplio papel, sería literatura. Fue en la década de los sesenta y setenta, donde más se experimentó, sobre todo en proyectos universitarios, con audiovisuales sin música, al parecer por la baja calidad imperante en la mayor parte de las producciones de la época. Sin embargo, hay quienes creen que a partir de las composiciones creadas por Josepf Carl Breil para el moralmente despreciable filme “El nacimiento de una nación”, de David W. Griffith, la música es tomada más en serio en la industria.  En sentido general, no absoluto, la música es un elemento inseparable del cine. Un ejemplo que me viene a la cabeza de excepción, es el excelente corto de terror The Blair Witch Project, escrito y dirigido por Daniel Myrick y Eduardo Sánchez y estrenado en 1999. En este caso no solo se prescindió de la música para da un sentido intenso de realidad, sino que se pretendió engañar a los espectadores al intentar hacerles creer que era un documental real sobre un grupo de jóvenes que desaparecen en 1994 en las colinas negras de Burkittsville, Maryland. Para lograrlo se apoyaron en una técnica de riesgo llamada “Filmación del procedimiento”. Recordemos la cinta italiana y también polémica de 1980: “Holocausto Caníbal”. Otro ejemplo donde la falta de música, aunque algo tiene, crea un tedio difícil de soportar es la más reciente producción española Caníbal.
Hay otros elementos que empobrecen a Molina’s Ferozz; pero no es justo señalarlos porque surgen a partir del escaso presupuesto con que se debe haber llevado a cabo el proyecto. Aunque imagino que se pudo, sino cambiar de ropa a los personajes, deteriorar más, romper, ensuciar, teniendo en cuenta que transcurren dos años en la trama. No hay pulóver que dure ese tiempo sin envejecer, dentro de la ciudad. El colmo es que la historia se desarrolla en uno de nuestros campos, con toda la rudeza que implica la vida rural.
Lo bueno, porque casi siempre hay algo bueno, es que podemos ver caras nuevas (por ridículo que parezca este comentario; pero las circunstancias…). Lo mejor, es la analogía creada entre el cuento “Caperucita Roja” (con varios elementos de sus versiones populares y hasta la de Charles Perrault, de 1697, no ya la del final feliz de los hermanos Grimn), y una familia campesina, perturbada, donde una anciana ha logrado trasmitir a sus hijos y nietos toda su maldad y desequilibrio. Hay dos caminos para estas víctimas de las típicamente bíblicas “maldiciones generacionales”: uno corto, y uno largo. Ambos conducen al infierno a partir de relaciones sexuales entre hermanos; tíos y sobrinas; brujerías, y por consiguiente pactos directos con el Diablo. Al menos es diferente en gran parte de su contenido a lo que de manera constante, vemos en la filmografía nacional. Carecemos de un cine fabulador. No intentamos diversificar los temas: horror, ciencia ficción, aventura, policiaco, histórico, musical… Hemos tratado en raras ocasiones, generalmente en el cine mal llamado pobre, porque aquí no se hace otro cine que no sea ese. Sería en todo caso, en el más pobre, donde se experimenta o se arriesga más. La mayor parte de nuestro cine, digamos oficial, se concentra en un gran porciento en la realidad social y política de muestro país, y casi siempre desde la comedia, y no sé por qué me viene también el desnudo a la cabeza. Molina’s Ferozz es un mirada cruda a una serie de monstruos opuestos a los que suelen habitar las historias infantiles, y a un lobo particular, más acorde al lobo de las versiones más antiguas, donde este obligaba a Caperucita a comerse a su abuela. Por supuesto que ante tal lobo no se manda una niña sola al bosque. Por eso Perrault y luego los Grimn lo irían endulzando, por eso entiendo que a pesar de todo, algo se puede reflexionar con la realidad que esta película propone.  

1 comentarios:

Anónimo dijo...

cierra el ano imbecil

nunca te uniras a los crotios

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