Por Frank D. Frías
A Merlyn Cruz la conocí en la Casa de la Cultura de
Plaza. Me encontraba allí por motivos de trabajo y llamó mi atención la mezcla
de voces que ella y una amiga del Teatro Lírico creaban en el pequeño teatro de
la instalación. La observé un rato durante el ensayo y luego de averiguar quién
era, aproveché su primer descanso para pedirle una entrevista, teniendo en
cuenta la poca promoción que se les hace a los cantantes líricos en nuestro
país, con relación a intérpretes de otros géneros.
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―Siempre tuve un
conocimiento básico sobre el género, por influencia de las clases de
apreciación musical en las escuelas de música, pero realmente me enamoré de él,
cuando mi madre empezó a trabajar en el Palacio del Teatro Lirico, y me regaló
1a entrada para la Boheme de Puccini. Recuerdo que llegué un poco tarde y empecé a verla desde la mitad del
primer acto, justo cuando empezaba el aria Si
mi chiamo Mimí. Enseguida supe que a eso quería dedicarme la vida entera.
En literatura, se dice que además del talento, un
escritor se hace a partir de la lectura y la escritura, ¿qué debe tener en
cuenta un aspirante a la excelencia en tu profesión?
―Primero que todo tener
condiciones para el canto y para la música, también debe albergar mucha
sensibilidad, pero en sí para llegar a la excelencia en la profesión debe ser
inteligente, estudioso, tener cultura general, entrega total, temperamento,
buena dicción, buen gusto en la selección del repertorio, clara visión de la
proyección, presencia escénica, espíritu crítico y autocritico y no por último
menos importante, un maestro que sepa guiar bien sus pasos.
Eres mezzosoprano, cuál es la diferencia con respecto a
una soprano ligera o una lírica.
―La diferencia está
en el color sonoro de la voz, no todas las voces se escuchan igual en las mujeres.
Se clasifican en soprano, mezzosoprano y contralto. En los hombres tenor;
barítono y bajo, yendo en una escala descendente de sonidos agudos a sonidos graves,
tanto para mujeres como hombres. La diferencia entre las soprano y las mezzo es
la textura, ya que la voz de la soprano es mucha más fina, o aguda, tiene más
similitud al sonido del violín y de la flauta, mientras que la mezzo es grave, más
gruesa, con similitud al sonido del violonchelo o del oboe. Ahora, dentro de las
soprano hay muchas clasificaciones: soprano ligera, lírico-ligera, de
coloratura, lírica, spinto y dramática; cada una de ellas se identifica por su
sensación al oído. En el caso de la ligera y el de la lírica, es que la ligera
alcanza en algunos casos registro de silbido, es decir: notas muy agudas. Mientras que en el caso de la lírica, alcanza
notas también muy agudas, pero la voz es más cálida.
Perteneciste al Teatro Lírico, háblame un poco de sus
interioridades.
―Como todo lugar,
tiene sus cosas buenas y malas. En mi opinión, más malas que buenas, porque
pienso que se debería diversificar más el genero lírico, en especial la ópera,
teniendo en cuenta que estas eran el reflejo de su época. Pienso que se deben
modernizar más, para rescatar el género, y llegar a la mayoría. También pienso
que las oportunidades deben ser parejas para todos los jóvenes y los no tan
jóvenes, pues a la hora de hacer las selecciones para las óperas, zarzuelas o
actividades importantes, siempre son los mismos y no se le da oportunidades a
otros cantantes que son igual de talentosos. No solo se debería hacer óperas,
zarzuelas u operetas, sino también teatro musical; eso atraería público. Los
conciertos no solo se deben ubicar en el Teatro Lírico, hay que llegar a las
plazas, escuelas, barrios marginales… Por supuesto, esto con una visión más
contemporánea.
A pesar de tu corta edad, has pasado por diferentes
compañías, ¿en cuál de ellas creciste más como profesional? ¿Por qué?
―En cada una he aprendido mucho,
y he conocido personas que de una forma u otra han marcado mi vida, ya sea en
el Teatro Lírico, donde me formé como profesional, o en la compañía Ópera de la
Calle, donde hice la mayor parte de mi Servicio Social: allí aprendí a tomarle
confianza al escenario y la expresión corporal. Mefisto Teatro me nutrió del
mundo del teatro musical; pero sin duda donde más aprendí fue en la compañía
Habana-Clásicos; allí aprendí a interactuar directamente con el público,
aprendí también una manera nueva de hacer llegar a la gente el género lírico,
el buen gusto, hice los mejores amigos y choqué de frente con las miserias humanas.
Tuviste un paso fugaz por el Anfiteatro de la Habana. He
sido testigo de la buena aceptación que han tenido durante la puesta en escena
de sus espectáculos. Más allá del excelente trabajo que realizan con el
vestuario (a veces copias fieles de los originales usados en Broadway),
¿pudiste notar dónde radica la esencia del buen trabajo, en un grupo lleno de
aficionados?
―En su tenacidad, su
perseverancia, su disciplina, sus ganas de hacer bien las cosas y llegar a todo
tipo de público, también en sus deseos de superar los obstáculos burocráticos y
decir YO NO NECESITO PAPELES PARA HACER ARTE, ME ESFUERZO TANTO COMO UN PROFESIONAL Y CUANDO SALGO AL ESCENARIO DEJO
LO MEJOR DE MI.
¿Cuáles eran tus
miedos antes de ser profesional, y cuáles ahora que lo eres?
―Antes de ser profesional tenía
miedo de no lograrlo, de flaquear por el camino, de no estar a la altura de los
mejores de mi año y que mis profesoras de canto Martha Cardona y Yilam Sartorio
no estuviesen orgullosas de mí; pero Dios
es grande y maravilloso y gracias al esfuerzo de mi amados padres, mis profes y
mi pianista Juanito Espinosa, lo logré con buen resultado. Ahora que soy
profesional la lucha se intensifica y el público es más exigente y menos condescendiente.
Mi mayor miedo es no llegar a ellos, no trasmitir, quedarme en el peldaño de la
mediocridad, no alcanzar todas mis aspiraciones, no seguir creciendo como
artista y ser humano.
¿Dónde podrá verte el público en los próximos meses?
―Comenzaré a trabajar en la
compañía Musical Habana, por ahora eso es lo más cercano que tengo. La vida del
artista es bien cambiante.
¿Algún sueño por lograr?
―Casi todos; siento que solo voy
por el principio, quisiera llegar a ser una exitosa actriz-cantante de teatro
musical, realizar muchas óperas, pero en especial Carmen. Por lo demás, quizás
lo que quiere casi todo ser humano: formar una familia, viajar por el mundo y lograr
tener un refugio aquí en Cuba para animales abandonados; pero bueno, mientras
pasan los años se suman nuevos sueños o cambian algunos.
Te escuché decir una vez, que Sarah Brigthman no es una
gran cantante, por otro lado, afirmaste que Ivette Cepeda sí lo es, ¿cuáles son
tus motivos para expresarte de tal forma, es justa la comparación entre dos
cantantes de géneros distintos?
Pienso que dos
cantantes que son de géneros tan diferentes no deben ser comparadas pues cada
una es buena en lo que hace. Sarah, en su Classical Crossover y en el New Age,
e Ivette en sus boleros, su feeling, sus sones y demás. Es importante saber que
aunque las dos son cantantes y la técnica es única, la emisión del sonido en
cada una es diferente. Pienso que Ivette
Cepeda es una gran cantante, una maravillosa intérprete y un excelente músico.
Tiene un timbre muy cálido y depurado. Sobre el escenario es un volcán de
emociones, cada parte de ella expresa sin palabras lo que quiere trasmitir; es
temperamental y única. En cambio, Sarah Brigthman, en mi opinión, es una excelente cantante de
New Age. Tiene una voz privilegiada y a tenido la suerte de trabajar con uno de
los mejores compositores de musicales de la historia: el maestro Andrew Lloyd
Weber, que compuso el tema más antológico de El fantasma de la ópera para la
voz de Sarah; pero en mi opinión ella no es cantante de ópera.
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