lunes, 12 de agosto de 2013

Yo no necesito papeles para hacer arte



Por Frank D. Frías 
A Merlyn Cruz la conocí en la Casa de la Cultura de Plaza. Me encontraba allí por motivos de trabajo y llamó mi atención la mezcla de voces que ella y una amiga del Teatro Lírico creaban en el pequeño teatro de la instalación. La observé un rato durante el ensayo y luego de averiguar quién era, aproveché su primer descanso para pedirle una entrevista, teniendo en cuenta la poca promoción que se les hace a los cantantes líricos en nuestro país, con relación a intérpretes de otros géneros.

El canto lírico no es muy popular, es un género muerto que apenas se sostiene gracias al gusto exquisito de una minoría. ¿Qué aspectos influyeron en tu acercamiento a él?

―Siempre tuve un conocimiento básico sobre el género, por influencia de las clases de apreciación musical en las escuelas de música, pero realmente me enamoré de él, cuando mi madre empezó a trabajar en el Palacio del Teatro Lirico, y me regaló 1a entrada para la Boheme de Puccini. Recuerdo que llegué un  poco tarde y empecé a verla desde la mitad del primer acto, justo cuando empezaba el aria Si mi chiamo Mimí. Enseguida supe que a eso quería dedicarme la vida entera.

En literatura, se dice que además del talento, un escritor se hace a partir de la lectura y la escritura, ¿qué debe tener en cuenta un aspirante a la excelencia en tu profesión?

Primero que todo tener condiciones para el canto y para la música, también debe albergar mucha sensibilidad, pero en sí para llegar a la excelencia en la profesión debe ser inteligente, estudioso, tener cultura general, entrega total, temperamento, buena dicción, buen gusto en la selección del repertorio, clara visión de la proyección, presencia escénica, espíritu crítico y autocritico y no por último menos importante, un maestro que sepa guiar bien sus pasos.

Eres mezzosoprano, cuál es la diferencia con respecto a una soprano ligera o una lírica.

―La diferencia está en el color sonoro de la voz, no todas las voces se escuchan igual en las mujeres. Se clasifican en soprano, mezzosoprano y contralto. En los hombres tenor; barítono y bajo, yendo en una escala descendente de sonidos agudos a sonidos graves, tanto para mujeres como hombres. La diferencia entre las soprano y las mezzo es la textura, ya que la voz de la soprano es mucha más fina, o aguda, tiene más similitud al sonido del violín y de la flauta, mientras que la mezzo es grave, más gruesa, con similitud al sonido del violonchelo o del oboe. Ahora, dentro de las soprano hay muchas clasificaciones: soprano ligera, lírico-ligera, de coloratura, lírica, spinto y dramática; cada una de ellas se identifica por su sensación al oído. En el caso de la ligera y el de la lírica, es que la ligera alcanza en algunos casos registro de silbido, es decir: notas muy agudas.  Mientras que en el caso de la lírica, alcanza notas también muy agudas, pero la voz es más cálida.

Perteneciste al Teatro Lírico, háblame un poco de sus interioridades.

―Como todo lugar, tiene sus cosas buenas y malas. En mi opinión, más malas que buenas, porque pienso que se debería diversificar más el genero lírico, en especial la ópera, teniendo en cuenta que estas eran el reflejo de su época. Pienso que se deben modernizar más, para rescatar el género, y llegar a la mayoría. También pienso que las oportunidades deben ser parejas para todos los jóvenes y los no tan jóvenes, pues a la hora de hacer las selecciones para las óperas, zarzuelas o actividades importantes, siempre son los mismos y no se le da oportunidades a otros cantantes que son igual de talentosos. No solo se debería hacer óperas, zarzuelas u operetas, sino también teatro musical; eso atraería público. Los conciertos no solo se deben ubicar en el Teatro Lírico, hay que llegar a las plazas, escuelas, barrios marginales… Por supuesto, esto con una visión más contemporánea.

A pesar de tu corta edad, has pasado por diferentes compañías, ¿en cuál de ellas creciste más como profesional? ¿Por qué?

En cada una he aprendido mucho, y he conocido personas que de una forma u otra han marcado mi vida, ya sea en el Teatro Lírico, donde me formé como profesional, o en la compañía Ópera de la Calle, donde hice la mayor parte de mi Servicio Social: allí aprendí a tomarle confianza al escenario y la expresión corporal. Mefisto Teatro me nutrió del mundo del teatro musical; pero sin duda donde más aprendí fue en la compañía Habana-Clásicos; allí aprendí a interactuar directamente con el público, aprendí también una manera nueva de hacer llegar a la gente el género lírico, el buen gusto, hice los mejores amigos y choqué de frente con las miserias humanas.

Tuviste un paso fugaz por el Anfiteatro de la Habana. He sido testigo de la buena aceptación que han tenido durante la puesta en escena de sus espectáculos. Más allá del excelente trabajo que realizan con el vestuario (a veces copias fieles de los originales usados en Broadway), ¿pudiste notar dónde radica la esencia del buen trabajo, en un grupo lleno de aficionados?

―En su tenacidad, su perseverancia, su disciplina, sus ganas de hacer bien las cosas y llegar a todo tipo de público, también en sus deseos de superar los obstáculos burocráticos y decir YO NO NECESITO PAPELES PARA HACER ARTE, ME ESFUERZO TANTO COMO UN  PROFESIONAL Y CUANDO SALGO AL ESCENARIO DEJO LO MEJOR DE MI.

 ¿Cuáles eran tus miedos antes de ser profesional, y cuáles ahora que lo eres?

Antes de ser profesional tenía miedo de no lograrlo, de flaquear por el camino, de no estar a la altura de los mejores de mi año y que mis profesoras de canto Martha Cardona y Yilam Sartorio no estuviesen orgullosas de mí; pero Dios         es grande y maravilloso y gracias al esfuerzo de mi amados padres, mis profes y mi pianista Juanito Espinosa, lo logré con buen resultado. Ahora que soy profesional la lucha se intensifica y el público es más exigente y menos condescendiente. Mi mayor miedo es no llegar a ellos, no trasmitir, quedarme en el peldaño de la mediocridad, no alcanzar todas mis aspiraciones, no seguir creciendo como artista y ser humano.

¿Dónde podrá verte el público en los próximos meses?

Comenzaré a trabajar en la compañía Musical Habana, por ahora eso es lo más cercano que tengo. La vida del artista es  bien cambiante.

¿Algún sueño por lograr?

Casi todos; siento que solo voy por el principio, quisiera llegar a ser una exitosa actriz-cantante de teatro musical, realizar muchas óperas, pero en especial Carmen. Por lo demás, quizás lo que quiere casi todo ser humano: formar una familia, viajar por el mundo y lograr tener un refugio aquí en Cuba para animales abandonados; pero bueno, mientras pasan los años se suman nuevos sueños o cambian algunos. 

Te escuché decir una vez, que Sarah Brigthman no es una gran cantante, por otro lado, afirmaste que Ivette Cepeda sí lo es, ¿cuáles son tus motivos para expresarte de tal forma, es justa la comparación entre dos cantantes de géneros distintos?

Pienso que dos cantantes que son de géneros tan diferentes no deben ser comparadas pues cada una es buena en lo que hace. Sarah, en su Classical Crossover y en el New Age, e Ivette en sus boleros, su feeling, sus sones y demás. Es importante saber que aunque las dos son cantantes y la técnica es única, la emisión del sonido en cada  una es diferente. Pienso que Ivette Cepeda es una gran cantante, una maravillosa intérprete y un excelente músico. Tiene un timbre muy cálido y depurado. Sobre el escenario es un volcán de emociones, cada parte de ella expresa sin palabras lo que quiere trasmitir; es temperamental y única. En cambio, Sarah Brigthman,  en mi opinión, es una excelente cantante de New Age. Tiene una voz privilegiada y a tenido la suerte de trabajar con uno de los mejores compositores de musicales de la historia: el maestro Andrew Lloyd Weber, que compuso el tema más antológico de El fantasma de la ópera para la voz de Sarah; pero en mi opinión ella no es cantante de ópera.

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