Pero por cuanto eres tibio, y no frío
ni caliente, te
vomitaré de mi boca.
Apocalipsis 3:16
Por Frank D. Frías

Días después escuché la opinión
de algunos de estos nuevos escritores y una vez más algo llamó mi atención:
todo les resbala. La falta de carácter en muchos de ellos y de compromiso
aunque sea con su propia obra es un asunto al que empiezo a acostumbrarme. Hay
una expresión que escucho con frecuencia: no hay que alimentar lo
extraliterario, hay que dejarlo fuera de todo debate o análisis. Sin embargo,
en cierta ocasión uno de nuestros intelectuales nos criticó (omito el nombre
por una ética que considero en este caso justificada) y muchos relacionaron el
hecho con un deterioro en la salud mental de esta persona. ¿Eso es literario?
Algunos pretenden engañar a otros sugiriendo que nos centremos solo en la obra,
como si no existiesen factores paralelos, adyacentes, que condicionan el
carácter, la perspectiva, la dedicación y por consiguiente el resultado. Esta
teoría o creencia de no ir más allá (y no me refiero al chisme) tiene una
contraparte muy fuerte: las autobiografías, las biografías. Si lo
extraliterario no fuera importante, que pudiéramos decir de Stefan Zweig, de
Gerald Clarke o Alex Haley, coautor de la Autobiografía de Malcolm X, que si
bien Malcolm no fue escritor, nos sirve de ejemplo en cuanto a lo que he
mencionado en líneas anteriores. Es importante conocer toda la basura que llevó
al Rojo de Detroit a la cárcel, para comprender su cambio de actitud más
adelante. La formación de un escritor, incluso la literatura como fenómeno
cultural en cualquier etapa, se mide también por las circunstancias. Un ejemplo
muy sencillo: si se analizan las obras de León Tolstói y Fedor
Dostoievski, ¿nada
diría que uno creaba en una palacio, y el otro en un cuartucho, a veces con pan
y agua (se sabe que por su afición al juego, otro detalle extraliterario), y con
una frecuencia de ataques epilépticos importante? ¿No hay una clara diferencia
en el trabajo de Truman Capote en Nueva York, con relación al que hizo en
Sicilia? ¿No dijo él mismo que se debe salir de Manhattan (por la farándula)
para poder escribir?
Ahora, no estoy de acuerdo con
algo que vi en los encuentros de Artemisa y la sala Villena: meter a todos los
jóvenes en el mismo saco. La manía de medir a todos con la misma vara. Es
verdad que no pocos presentan costumbres lamentables, y no solo les afecta a
ellos como artistas, sino a otros que se toman el arte más en serio. Vamos a
ver como lo digo de la manera más suave (otro de nuestros defectos). Hay
jovenzuelos que son muy buenos en la cuestión del marketing. Son muy buenos
haciendo amigos, no cualquier amigo, sino los que resuelven. Pero volvamos al
tema y dejemos el chisme o la chunga (como se le llamaba a estos detalles
literarios en el siglo diez y nueve, en el imperio cultural francés), porque
hechos así no dejan en casa a otros que quizá escriben mejor, ¿o sí? También
están los que escriben un cuento en una noche y son vendidos como buenos
escritores. Incluso, según ellos, ni siquiera revisan sus textos (y lo creo).
Hay quienes escriben y les premian novelas de sesenta cuartillas (jamás he
visto una novela tan corta en la historia de la literatura, aclaro novela y no
noveleta en lugar de cuento extenso: no reconozco tal término despectivo, al
igual que lo hiciera en su momento Katherine Anne Porter), e incluso de menos
páginas, y luego los editores le piden que alarguen un poco el contenido para
poder encuadernar el libro. No es saludable que existan especialistas
literarios cabezas de grupo o grupillos, que se burlan frente a sus estudiantes
de clásicos de la literatura: filosofía mediocre porque negar el pasado es no
tener ruta cierta. Si no hay capacidad para extraer la sabiduría de textos que
no hacen más que mostrar los problemas aún existentes en la humanidad, entonces
pueden ver junto con los nenes El rey león, ahí Rafiki le habla de la
importancia del pasado a Simba. Constantemente escucho que nadie quiere
buscarse problemas y entiendo, dadas las circunstancias, esa postura; pero ¿entonces
por qué escriben artículos maravillosos (aparto las reseñas porque esas no
pueden reflejar lo malo) sobre libros horribles?, cuando en realidad pueden
quedarse mudos como hicieron con el premio Julio Cortázar, otorgado a cuentos
(llamémosle así) tan cuestionables como Skizein (Decálogo del año cero),
aparentemente de Polina Martínez, y Hasta Feldafing no paro, de Legna
Rodríguez.
Yo nunca haría un comentario
negativo sobre el libro de una amiga o amigo, pero tampoco uno positivo si
entiendo que no lo amerita. Eso, nada tiene que ver con no buscarnos problemas.
Además, ya que tanto se habla de intereses personales en los debates, mi
opinión, es que un sospechoso en potencia de albergar solo intereses propios,
es aquel al que nada le afecta, al que todo le resbala con relación a nuestra
literatura, entiéndase joven, establecida o de siempre. ¿O no tenemos
problemas? Balzac dijo una vez: Cuando
todos digan que tu obra está bien, algo anda mal. Y Víctor Hugo señaló en
su ensayo sobre los conventos, parte de Los Miserables: Basta con que sea el convento posible, para que sea el que
debo considerar.
Ante la extraña expresión en el rostro de uno de nuestros intelectuales cuando
le aseguré que la confrontación es necesaria, le sugerí que le pidiésemos a
nuestro Equipo Nacional de Atletismo que pensase nuestra literatura.
Opiné en ambos encuentros que no
es justo emprenderla con un autor por los méritos alcanzados, aunque
supuestamente no los merezca. Nadie es culpable de su talento, nadie se eleva
solo. No son precisamente jóvenes, les recordé, todos los que han otorgado
premios, posibilidades editoriales y becas, a los más criticados con frecuencia
(casi siempre en los pasillos). Uno de los intelectuales reunidos en Artemisa,
luego de hacer críticas duras a los nombres de turno, admitió haber escrito un
prólogo a uno de los autores mencionados en la biblioteca. Creo que deberían
revisarse las programaciones, porque se repiten demasiado los mismos nombres, entonces
muchos jóvenes con talento, como la poetisa Maylan Álvarez, son medidos con
frecuencia según la calidad de los más promocionados. Uno de los intelectuales
de Artemisa dijo: Jamila Medina es la voz líder de los nuevos
escritores. Todos sabemos cuán importante es la publicidad en estos días. Los
más promocionados, no le dictan los versos o la prosa al resto. Cada año hay
jóvenes que ganan el David, el Pinos Nuevos y otros concursos, también los hay
que no les interesan los premios. Es preciso trabajar en la base de datos, y
dejar la comodidad de solo llamar a los que conocemos.
Hay escritores serios en cuanto
a la promoción de los nuevos autores: Ahmel Echevarría, Rafael Grillo, Leopoldo
Luis, Yunier Riquenes y estoy seguro que hay otros a lo largo de nuestro país.
Es importante no temerle a la resaca de una opinión contraria a la de muchos.
No podemos seguir diciendo que necesitamos una crítica sincera, y luego no
aceptamos una opinión diferente.
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