miércoles, 21 de septiembre de 2011

El hechizo de Darren Aronofsky

Frank David Frías
“Solo tú misma te interpones en tú camino. Déjate llevar”
El cisne negro
Es la obra todo un ballet macabro, oscuro. Donde la fotografía, en función de la atmósfera, le imprime una poesía que mezcla la belleza destructora que radica en la maldad, con la sutilidad de los fouttés, con el cuello grácil de los cisnes.
Es el filme  una combinación agradable del estilo más refinado de la escuela cinematográfica europea y estad ounidense. Una prueba de esto es el matrimonio que se establece entre el sensacionalismo y el simbolismo, de este último, cabe destacar la escena donde Nina Sayers, de regreso a casa, atraviesa un túnel oscuro (la vida cerrada, sin variantes, en una sola dirección) y una imagen de ella misma lo cruza en sentido contrario, vestida de negro, representando el retroceso hacia las tinieblas, dejando claro la contradicción entre ambas personalidades.
La primera expresión de Nina fue: Anoche tuve el sueño más raro de todos. Estaba bailando el cisne blanco. Era el preludio...cuando Rothbart lanza su hechizo. Y nos sigue dando guiños hasta rayar en la burla (la burla de lo magistral) en el momento que Thomás le dice a Nina frente al hospital donde convalece Beth por el accidente: Estoy seguro que lo hizo a propósito. Porque todo lo que hace Beth le surge de adentro, a partir de un impulso oscuro. Debe ser eso lo que la hace ser tan emocionante. Tan peligrosa. Incluso perfecta a veces. Pero también muy destructiva. En realidad están desnudando a Nina Sayers, por supuesto casi imposible de notarlo sin haber visto la trama en su totalidad.
Al final hemos recorrido un camino muy largo. Comienza con una retrospectiva  invisible, no contada, llena del líquido que desbordará el vaso mucho después. Me refiero al instante en que la madre de Nina abandona el ballet a la edad de veintiocho años para tenerla, su fracaso como bailarina. En su hija aspira a limpiar las frustraciones, y evidencia el viejo asunto de los padres que preparan a los hijos para que alcancen la victoria que les fue negada. Este largo viaje o más bien está bomba de tiempo hace por fin alarde de su poder cuando Nina apuñala a Beth en el hospital, y muestra su incapacidad de mantener la vista en la realidad objetiva, sobre todo en circunstancias extremas. Típica dolencia de las personas que viven aisladas en sí mismas. Un detalle de este contexto son los ojos que ella ve moverse. Definitivo y a manera de clímax, es la autoregresión involuntaria.
Una de los elementos más interesantes de la película es la formidable ilusión que  se crea acerca de una joven aspirante a prima ballerina, que aspira a llegar a la perfección develando su lado oscuro, el cisne negro, ella misma. Y pierde de vista al cisne blanco (la personalidad creada en su fantasía, de forma perfecta pues todos asumen que Nina es un ángel.)  Brecha que aprovechan los demonios (porque hay más demonios aquí que en El exorcista deWilliam Friedkin) para llevarla a ciudad de osamentas. La ilusión consiste en que nos cuentan, más allá de lo antes mencionado, la historia del El lago de los cisnes. La más novedosa de las versiones. Filme y ballet vienen a ser gemelos cómo Odile y Odette, como las dos personalidades de la protagonista, donde el antagonista vive en ella. Brota desde adentro en una estepa de plumas que haría envidiar al más majestuoso y señorial de los cuervos.
Personalmente aplaudo a la joya, que aunque no pertenece al género de baile, ha lanzado una piedra en el lago de los movimientos, la música y los pasos, y abrió en él una zanja que marca diferencias.
El príncipe no llegó. Pero a cambio, nos queda una obra de arte.

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