Por Frank D. Frias
El sábado 6 de agosto asistí una vez más al espacio literario La toma del cuento, conducido por el escritor Alberto guerra Naranjo. El invitado: Rafael de Águila. El tema: Por dónde va nuestra literatura.

Otra observación destacada fue cuando, a mi modo de ver, dejó mal parados a los que justifican la posible baja calidad de nuestras letras actuales (de Águila llama la atención sobre la inactividad de muchos de nuestros escritores de punta) con el problema de que las editoriales, teniendo en cuenta intereses, publican o no lo mejor que llega a manos de sus editores, al tomar como referencia a la vieja Rusia: “Antes de la era soviética estaban Dostoievski, león Tolstoi, Shejov y muchos otros. Hoy hace un poco más de veinte años que acabó una supuesta crisis literaria por las prohibiciones y, ¿existen en ese país escritores con la fuerza de los maestros antes mencionados?” A esta altura, algunos se movían inquietos en sus asientos (la eterna falta de seguridad en algunos de nuestros autores. El común problema de sentirse señalados).
Según él, existe hoy entre los jóvenes una gran variedad de temas; destacó además que –a partir de su experiencia como lector y miembro del jurado en varios eventos de prestigio, por ejemplo: el premio Alejo Carpentier-, al parecer, no les importa demasiado la forma, sino el concepto. Es decir: las historias se conforman desde el qué se quiere decir y se aparta bastante lo relacionado con la estructura de la trama y la voz o las voces que la desarrollan. Cerró este punto al comentar: “Muchos libros parecen estar escritos por un mismo autor”.
Más adelante le brindó un espacio a la crítica literaria: “Debemos ser menos complacientes. La crítica es conformada por amigos, por lo tanto, eso no es crítica, sino alabanza”. Y para ser consecuente con esta idea reconoció el buen trabajo que vienen realizando jóvenes como: Dazra Novak y Jamila Medina, a quienes no conoce de forma personal. Además, dejó claro que nadie puede asegurar que no se estén desarrollando en la actualidad obras que resulten más adelante paradigmas de nuestra cultura; pero según él no están publicadas aún. Fue específico al señalar que la gran literatura cubana radica en autores fallecidos, y citó los ejemplos de Carpentier, Dulce maría Loynaz, Lezama y otros.
Ahora bien, en mi opinión, su punto vista dio un giro de 360º en la resolución. Según él, en cierta ocasión expuso su criterio (nuestra literatura no goza de buena salud. La gran obra de los últimos veinte años no está publicada aún) frente a un grupo de personas entre las que se encontraba la destacada intelectual Marylin Bobes. Minutos después la propia Marylin se le acercó y le dijo: “¿No crees que quizá hay grandes autores y obras entre nosotros y no nos damos cuenta? Recuerda que Carpentier, Lezama y Virgilio Piñera no se referían los unos a los otros como grandes creadores”.
Rafael de Águila concluyó: “Este comentario me hizo reflexionar”.
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