viernes, 2 de diciembre de 2011

No hay cuentas pendientes: El fantasma se nos fue

Por Frank D. Frías
 
Me dijeron que se trataba del próximo espacio humorístico de la televisión cubana y decidí echarle un vistazo. Introduje el disco en el reproductor y en cinco minutos me convenció de dos cosas: la primera, que era a todas luces una producción independiente, y la segunda, que estaba frente a los estertores de una generación hundida por la carga llevada a propósito sobre sus hombros durante más de una década.
Y qué importaría si fuese uno más de los tantos trabajos humorísticos de pésima calidad hecho por aficionados, el asunto es que la mayor parte del elenco son “profesionales” de amplia actividad en nuestro ámbito cultural, casi todos de la otrora exitosa serie televisiva Pateando la lata.
 Parece que no basta con los malos chistes que llenan los clubes nocturnos (y llenan, por supuesto, los bolsillos) y las constantes faltas de respeto de parte de falsos comediantes, ensañados con los pinareños, los gallegos, los homosexuales y en muchas ocasiones con las personas que ocupan la mesa asignada por el sindicato, y ahora rellenan el cráter que les ha dejado la ausencia de talento con un racimo de malas palabras imposibles de citar, y situaciones cargadas de escenas del más vulgar homosexualismo. Tema, en definitiva, que en el material no implica ningún tipo de crítica a homofóbicos o a homosexuales, a no ser la que se lanzan ellos mismos al emparentarse con la mezcla extraordinaria que le dan de comer a los cerdos. Un audiovisual lleno de pantalones a la rodilla, dedos que entran y salen, pacientes que indican al doctor como moverlos, agentes del orden que añoran el pene de quienes orinan en los parques y conquistadores españoles redactando informes donde resaltan las nalgas y los penes de nuestros aborígenes, nada más. Todo esto acompañado de un maquillaje  y un vestuario exagerados, típico de los bufones. Son estos “artistas” los que hacen pensar a muchos que el humor en Cuba respira con la ayuda de equipos médicos. Son los falsos documentalistas de bufandas enrolladas al cuello bajo unos buenos 30˚los que propagan materiales donde intentan convencer de que las malas palabras no son tal cosa, sino parte de nuestra cubanía, y que las verdaderas malas palabras son las incorrectamente escritas. Incentivan así el surgimiento de la mala yerba, que es al final lo implícito en el reguero de chistes sin estructura lógica que representa Circuito Cerra2. 
Es necesario, a mi modo de ver, apoyar más a los talentos que abundan en nuestra isla, por ejemplo, muchos de los jóvenes que año tras año se presentan al festival Aquelarre. A veces me pregunto si empezamos a olvidar  la herencia que nos dejaron maestros como Enrique Arredondo, Leopoldo Fernández, Francisco Covarrubias, Alberto Garrido y Federico Piñeiro.
¿Es posible qué sus espectros se hayan marchado, seguros de haber establecido una cátedra en el género de la farsa? ¿Será?   

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