Por Anisley Miraz
Lladosa
(…) si todos reclamamos la tonada,
el flautista nos conducirá hasta la razón…
(Stairway to heaven. LED ZEPPELIN)
El
protagonista de la novela: CLAVAR LOS OJOS AL CIELO (obra que mereció el Premio
Fundación de la Ciudad Fernandina de Jagua 2011 y fue publicada por Ediciones
Mecenas, Cienfuegos, el año posterior) se llama Marcos y empezó, sin llegar a
terminar, la carrera de Letras en una Universidad que puede o no ser el Alma
Mater. Se trata de un personaje controvertido y perennemente atormentado por un
sueño, cuyas disímiles escenas toman sentido y formas con la aparición de un
gran tigre de La India: un tigre que podía sorprenderlo en cualquier esquina de
la ciudad u ocupar las habitaciones de una enorme casa o hacerse presente
custodiando una torre de marfil o, en el peor de los casos, destrozándole las
piernas; pero contemplado como una alegoría de dinámica carga simbólica, desde
su primera salida al tablado.
Lo surreal y
-como enuncian las palabras de contracubierta- una profunda
cotidianidad, convergen en este personaje y lo impulsan a buscar alicientes
para hacer menos hostil su realidad. Y -entre beber sus oportunos diez (¿solo
diez?) tragos de ron que lo convierten, sin dudas, en un desenfadado ser
social- y promover debates acerca de la cultura universal; busca hacer algo auténtico
y trascendente (como una acción contra la regencia del país), que repercuta más
allá de las fronteras humanas y de ciertos convencionalismos, algo que al mismo
tiempo pueda ser tan simple… pero hay que mirar
siempre hacia arriba, clavar los ojos al cielo.